En 2025, las renovables pasan de opción ecológica a auténtico catalizador financiero. Este artículo explora cómo la transición energética impulsa el progreso global sin sacrificar el medio ambiente.
El primer semestre de 2025 marcó un hito histórico: las energías renovables superan por primera vez al carbón como principal fuente de generación eléctrica. Las cifras revelan que aportaron el 34,3% de la electricidad mundial, mientras que el carbón se redujo al 33,1%.
En detalle, la solar contribuyó con el 8,8%, la eólica con el 9,2%, la hidroeléctrica con el 13,5% y la bioenergía y otros con el 2,8%. De este modo, solar y eólica sumaron 5072 TWh, frente a los 4896 TWh del carbón.
La creciente demanda global de 369 TWh se cubrió en un 83% con energía solar, y el resto principalmente con eólica. Gracias a este fenómeno, las renovables absorbieron todo el incremento sin elevar las emisiones, consolidando una tendencia de crecimiento sin emisiones.
Para 2025 se prevé añadir 793 GW de nueva capacidad renovable, un 11% más que en 2024. La solar fotovoltaica acapara cerca del 75% de esa expansión, triplicando sus valores de 2021 y reafirmando su posición líder.
Por regiones, China lidera con la instalación del 66% de la nueva capacidad solar y el 69% de la eólica en 2025. En 2023 alcanzó 230 GW renovables en un solo año récord. Le siguen India, Brasil, el Sudeste Asiático y la UE con crecimientos acelerados.
Las renovables se han convertido en la columna vertebral del sistema energético mundial. Su competitividad en costes frente a los combustibles fósiles es ahora incuestionable, destacando especialmente la solar y la eólica.
La inversión global en energía ascenderá a 3,3 billones de dólares en 2025, con la mayor parte destinada a tecnologías limpias. No obstante, para triplicar la capacidad hacia 2030 se requieren cerca de 1,4 billones anuales entre 2025 y 2030.
Lo que antes fue una alternativa energética marginal hoy es un pilar fundamental de la seguridad energética. La digitalización de redes y el almacenamiento avanzado han permitido integrar un volumen creciente de renovables.
Esta evolución exige actualizar infraestructuras y desarrollar sistemas de gestión de demanda flexibles. Sin ello, la variabilidad inherente de la solar y la eólica podría comprometer la estabilidad del suministro.
A pesar de los avances, el ritmo actual resulta insuficiente para el ambicioso objetivo de triplicar la capacidad renovable en 2030. IRENA identifica un déficit del 15% en capacidad instalada y del 28% en generación, especialmente en eólica e hidroeléctrica.
Al mismo tiempo, la expansión limpia abre la puerta a la reindustrialización verde de sectores estratégicos, como el hidrógeno verde, la electrificación del transporte y los polos industriales de baja huella de carbono.
El mayor uso de renovables conlleva una reducción significativa de emisiones de CO₂ y contaminantes locales. Además, se prevé la creación de millones de empleos en manufactura, operación, mantenimiento y servicios asociados.
De este modo, las renovables no solo transforman el paisaje energético, sino que fortalecen la cohesión social y potencian economías regionales.
Hoy podemos afirmar con certeza que la energía renovable es ya el verdadero motor financiero del siglo XXI. Su combinación de costes competitivos, beneficios ambientales y oportunidades de innovación tecnológica redefine la economía global.
La hoja de ruta hacia 2030 exige ambición política y financiera para consolidar esta tendencia. Con ello, no solo protegeremos el planeta, sino que garantizaremos un crecimiento inclusivo y sostenible para las próximas generaciones.
Referencias