En un mundo marcado por la velocidad y la conectividad, los bancos centrales enfrentan desafíos y oportunidades sin precedentes. La digitalización transforma no solo la forma de hacer negocios, sino también la manera en que el dinero circula y se regula.
Este artículo explora el camino que recorren estas instituciones mientras adoptan tecnologías de utilidad general e impulsan una nueva arquitectura financiera global.
La adopción de inteligencia artificial, big data, 5G, blockchain y computación en la nube ha acelerado la creación de nuevos modelos económicos. Los bancos centrales deben adaptarse a infraestructuras y riesgos emergentes para garantizar la eficiencia y la estabilidad.
El reto consiste en integrar estas innovaciones sin perder de vista los objetivos tradicionales: mantener la confianza en la moneda y proteger el sistema financiero.
La velocidad de las operaciones y la aparición de stablecoins privadas ponen a prueba los mecanismos tradicionales de liquidez. La supervisión de proveedores de tecnología cobra importancia para evitar efectos de contagio y concentración de riesgos.
Modelos como neobancos, banca como servicio y big tech en finanzas generan tanto eficiencia como nuevos puntos críticos de vulnerabilidad.
La reducción del uso de efectivo y el aumento de los pagos electrónicos requieren que los bancos centrales conserven su soberanía monetaria frente a monedas privadas o extranjeras. Al mismo tiempo, la IA y el big data ofrecen herramientas sofisticadas para la toma de decisiones.
Sin embargo, surge el desafío de la explicabilidad y la supervisión ética de modelos predictivos, de modo que cada acción sea transparente y comprensible para la sociedad.
Las monedas digitales de banco central (CBDC) prometen pagos instantáneos, transfronterizos y 24/7. La interoperabilidad y normalización de sistemas de pago facilitan el comercio global.
La ciberseguridad y la resiliencia se convierten en pilares esenciales para proteger las infraestructuras críticas frente a amenazas emergentes.
Las CBDC representan derechos de cobro directos frente al banco central, sin intermediación bancaria comercial. Sus objetivos principales incluyen:
En 2025, más del 60% de los bancos centrales exploran o desarrollan CBDC. China, Nigeria, Bahamas y Jamaica lideran la adopción, mientras que el BCE avanza con pruebas piloto del euro digital.
Los volúmenes de pagos mediante CBDC podrían alcanzar los 213.000 millones de dólares anuales en 2030, frente a los 100 millones de 2023.
Algunos bancos centrales han establecido centros de innovación digital para probar soluciones emergentes y desarrollar modelos de gobernanza de IA. Estos espacios promueven la explicabilidad y mitigación de riesgos.
La colaboración público-privada se fomenta mediante sandboxes regulatorios y alianzas estratégicas, modernizando infraestructuras y compartiendo conocimientos.
La coordinación internacional y estándares entre reguladores es clave para abordar riesgos sistémicos y crear sistemas de notificación de incidentes comunes.
La digitalización democratiza el acceso a servicios financieros para poblaciones rurales y vulnerables. Las CBDC y otras soluciones digitales permiten la entrega directa de fondos y subsidios, aumentando la transparencia.
El euro digital, por ejemplo, promete facilitar pagos seguros incluso para quienes tienen menos experiencia tecnológica, cerrando brechas de acceso y empoderando a todos los ciudadanos.
La era digital presenta una oportunidad única de innovación para los bancos centrales, pero también exige reconfigurar estructuras y procesos tradicionales. El éxito dependerá de su capacidad para trabajar en las tres “T”:
La colaboración entre instituciones, el sector privado y la sociedad civil será determinante para afrontar los retos y construir un sistema financiero más eficiente, inclusivo y resiliente.
Referencias